Soledad...

Puede que sean deseos de independencia. Puede que se trate simplemente de un estado de ánimo provocado por los cambios de los últimos meses. O quizá sea simplemente la necesidad de encontrar mi lugar.

Sea lo que sea, no es algo desconocido.

Muchas veces he mencionado esa frase de aquella canción de hace tiempo: "Soledad, a veces me das abrigo, otras desarropas mi alma".

Y es que todo el mundo necesita sus momentos de soledad, de intimidad, de silencio... Momentos en los que yo suelo cargar las pilas, en los que suelo olvidarme de todo y no pensar en nada. Puede que suene extraño, pero es justamente en esos momentos en los que más relajo la mente.

Y por el contrario, cuanta más gente habita a mi alrededor, más tiempo me da a pensar. Más y más vueltas me da la cabeza, pensando en el ayer, en el hoy, en el mañana... Uff! el mañana...

He pensado tantas y tantas veces en la posibilidad de conocer mi futuro, que cada vez que mi imaginación vuelve a dibujar un mañana posible, inmediatamente la rabia alcanza la yema de mis dedos, como si una descarga eléctrica estuviera a punto de quemar lo que tocan mis manos.

En esos momentos de rabia, por volver otra vez a viajar, por volver otra vez a pintar ese lienzo... reconozco en mi un gran defecto. Agradar a todo el mundo.

Es prácticamente una necesidad. Y al tiempo que intento convencer a todo el mundo de que mis intenciones lo único que no esconden es maldad, voy levantando ladrillo a ladrillo un muro que me encierra. Pues sin darme cuenta mientras intento hacer felices a los demás, me olvido de que lo importante es hacer el bien para uno mismo para (sin esforzarse, ni interlo, sin ni siquiera pensarlo) hacer sentir bien a los demás con tu alegria...

Durante largas temporadas lo consigo. Durante las temporadas en las que sin nada al alcance, sin pensar en el mañana, sin tratar de hacer las cosas bien, simplemente hago lo que me apetece.

Y ahora, que es cuando más ganas tengo de hacer lo que me apetece, justo ahora, recuerdo que me he dejado en el camino algunas provisiones vitales para continuar mi viaje, olvidándome mientras intento volver hacia atrás de que el tiempo se escapa y todavía queda mucho que hacer.

Más que nunca, caminando en línea recta, y con el motor averiado.

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